Doña Barraca – El Palacete – Cuevas de Almanzora

Cuando se descubrieron los yacimientos de plata en las sierras circundantes a Cuevas del Almanzora se inició un boom que atrajo ingenieros, empresarios, y sobretodo trabajadores.

La población se duplicó y después se cuadruplicó. Había que hacer algo con todos ellos.

Se montaron poblados mineros para alojar a los trabajadores en gigantescos barracones, se construyó la primera maquina de vapor en España para la extracción de mineral, se montaron cargaderos en la costa, puertos, y líneas de ferrocarril, pero principalmente se excavaba. Cada mina iba a lo suyo, aunque todas se encontraban con los mismos problemas: básicamente el agua de mar que inundaba los pozos, los vapores tóxicos de la fundición, y la gestión de tanto personal, su comida, y sus necesidades. Y es que llegó un momento en que trabajaban bajo tierra unas 10.000 personas, casi la población actual de toda la demarcación de Cuevas del Almanzora.

Doña Barraca fue una mujer humilde, de familia numerosa, pero de las de antes, con 16 hermanos.

Así que casi desde niña estaba acostumbrada a organizar, a compartir y a gestionar a mayores y pequeños.

Así como sin quererlo acabó siendo la generala del poblado minero de El Arteal.

Cada día bajaban cientos y cientos de personas por tubos de cientos de metros de profundidad y apenas dos metros de diámetro. Había que meterlos, había que sacarlos, había que alimentarlos, tenían que descansar, y tenían que durar lo suficiente, porque nadie quería cargarse el muerto, literalmente hablando. Diez mil personas jugando a ser hormigas dentro de un inmenso queso gruyere. Este era el panorama de este pueblo allá por el siglo XIX.

Doña Barraca entendió que esa no era forma de vivir, ni de tratar a la gente, y que aquello era insostenible.

Las distintas minas competían ferozmente en lugar de unirse para resolver sus problemas comunes.

La gente se sustituía con la misma facilidad que las piezas de recambio de una maquinaria.

Harta, se marchó y se instaló en la playa, donde nadie quería vivir. Montó una casa grande, como a ella le gustaba, para poder recibir visitas, y que se quedasen a compartir y reírse.

¿Quién le diría que años después ese lugar sería la meca de un selecto turismo?